sábado, 21 de abril de 2012

 Gara y Jonay
-"Como lo de arriba es lo de abajo, lo que fue será, lo que ha de suceder ocurrirá". Así había hablado Gerían, el viejo que rompía gánigos con la mirada. Gara no supo qué secreto guardaban las palabras del viejo de los ojos poderosos. Estaban próximas las fiestas del Beñesmén. Pronto llegarían a La Gomera desde Tenerife los Menceyes y nobles principales para tomar parte en las celebraciones de la recolección. Gara, princesa de Agulo, y las jóvenes gomeras habían acudido donde Los Chorros de Epina para mirar su rostro en el agua. Fue entonces cuando los ojos poderosos del viejo Gerían vieron lo que a ninguna otra mirada se revelaba.: -"La sombra del fuego quema el agua. La muerte acecha. Como lo de arriba es lo de abajo, lo que fue será, lo que ha de suceder ocurrirá".

Siete chorros mágicos manaban en Epina. Los siete nacían en siete puntos distintos de los adentros de la isla sin que nadie hubiese descubierto nunca su origen secreto. Siete charcos formaban los siete chorros y siete virtudes ofrecían a los que de ellos bebiesen. Y era costumbre que, cuando llegaban las fiestas del Beñesmén, las jóvenes gomeras juntasen agua de cada uno de los siete chorros en un pequeño estanquillo hecho a base de beas, musgos y yedras. Antes de que el sol rayara, miraban su rostro en el agua y si la imagen era calma y clara, ese año encontrarían pareja, más si el reflejo era turbio o lo empañaban las sombras, la desgracia aguardaba como aguarda sigilosa en su tela la araña.

Gara se había asomado al estanquillo y, al principio, fue nítido y quieto el reflejo de su imagen, pero pronto el líquido se cubrió de sombras y comenzó a agitarse hasta que en vez de su rostro apareció un sol incendiario que cegó el agua dejándola sucia, revuelta y anochecida: -"Lo que ha de suceder ocurrirá. Huye del fuego, Gara, o el fuego habra de consumirte". Así habló Gerián, el que rompía gánigos con la mirada, el que veía lo que a otros ojos quedaba oculto. Y corrió de boca en boca el augurio. Y calló Gara su temor y su asombro.

Arribaron los Menceyes y nobles de Tenerife a las playas de La Gomera para compartir las fiestas del Beñesmén. Al Mencey de Adeje le acompañaba su hijo Jonay que no tardó en distinguirse en las luchas con los banotes, en la esquiva de guijas, en la alzada de pesos y en las otras competiciones y juegos en que tomaba parte. Gara lo contemplaba. Como acude la sangre a la herida o como el mar refleja el cielo, inevitablemente, se descubrieron y se enlazaron sus miradas. No pudieron impedir que el amor les alcanzase. Así lo hicieron saber a sus padres y así, para añadir más júbilo a la alegría de las fiestas del Beñesmén, fue hecho público su compromiso.

Apenas se propagó la nueva, inesperadamente el mar se pobló de destellos y se cuajó el aire de estampidos y ecos prolongados. Echeyde, el gran volcán de Tenerife, arrojaba lava y fuego por el cráter. Tanta era su furia que desde La Gomera podían divisar las largas lenguas encendidas estirándose desde la cima hacia lo alto. Entonces fue cuando recordaron el augurio del viejo Gerián, el aojador. Gara y Jonay, agua y fuego. Gara era princesa de Agulo, El Lugar Del Agua. Jonay venía de la Tierra del Fuego, de la Isla del Infierno. No podía ser. El fuego retrocede ante el agua. El agua se consume en el fuego. Gara y Jonay, agua y fuego. Imposible su mezcla imposible la alianza. Las llamaradas que brotaban de la boca de Echeyde lo confirmaban. Aquel amor era imposible. Sólo grandes males podían sucederse si no se separaban. Bajo amenaza, les prohibieron sus padres que volvieran a encontrarse. Su unión quedó maldita.

Calmó su furia Echeyde y de nuevo se encerró el fuego en sus adentros de piedra. Concluyeron las fiestas del Beñesmén y, sin peligro ya en la isla, regresaron a Tenerife los Menceyes y nobles que habían ido a La Gomera. Mas Jonay no podía olvidar a Gara. Un peso infinito, como un quebranto interminable, lo doblegaba y lo desvivía. Necesitaba volver a verla, tenerla a su lado pese a las prohibiciones, pese a la maldición que sobre ellos se cernía. Ató Jonay a su cintura dos vejigas de animal infladas y, al amparo de la noche, se lanzó al mar dispuesto a atravesar la distancia que le separaba de su enamorada. Las vejigas le ayudaban a flotar y, cuando el cansancio rendía sus fuerzas, la imagen de Gara acudía a su memoria dándole ánimos para recobrarse y seguir nadando. Así hasta que, aun dudosa, la luz del alba lo recibió al llegar a las playas de La Gomera.

-"El fuego habrá de consumirte". Eso le había dicho Gerián a Gara. Y un fuego desmesurado la incendió cuando Jonay, escabulléndose y ocultándose, fue a encontrarla y se abrazaron apasionadamente. Escaparon por entre los montes de laurisilva hasta refugiarse en El Cedro. Allí se entregaron al amor y se fundieron sus labios y sus ansias. Más no podía durar mucho aquella pasión furtiva. Lo dijo Gerián cuando el rostro de Gara desapareció del agua de Los Chorros de Epina y en su lugar sólo hubo un resplandor de hoguera sobre el líquido sucio, revuelto y anochecido: -"La muerte acecha. Como lo de arriba es lo de abajo, lo que fue será., lo que ha de suceder ocurrirá".

Enterado el padre de Gara de la huída de su hija con Jonay, dispuso que salieran a perseguirlos. En la cumbre más alta de La Gomera habrían de encontrarlos, estrechamente unidos, amándose. Antes que volver a separarse, antes de que sus perseguidores les prendieran, Gara, la princesa del Lugar Del Agua, y Jonay, príncipe de la Tierra del Fuego, buscaron la muerte. Afiló Jonay con su tabona los extremos de una recia vara de cedro y la colocó entre su pecho y el de Gara, las puntas hirientes apoyadas sobre sus corazones. Luego, sin decirse nada, mirándose a los ojos, sintiendo como la vara de cedro los traspasaba por el empuje de su violento y desesperado abrazo, quedaron quietamente fundidos. Entonces agua y fuego fueron uno solo en la suma de sus cuerpos.


viernes, 20 de abril de 2012

Guajara y Tinguaro



Guajara: esposa del líder guanche Tinguaro, muerto el 14 de noviembre de 1494 por el soldado castellano Martín Buendía en la Batalla de Aguere. Su existencia está delimitada por la tradición oral, la leyenda y por algunas referencias históricas.

La tradición oral describe que Guajara era hija del mencey Beneharo II de Anaga y que se casó con Tinguaro ( hermano del mencey Bencomo ) naciendo de esta unión tres hijas y un hijo.

En la Batalla de Aguere, Tinguaro muere a manos de un castellano. Este suceso se superpone en algunos historiadores con el de la muerte, un par de horas más tarde, del propio Bencomo , mencey o rey de Taoro. Además entra en conflicto con lo narrado por algún historiador, según el cual Tinguaro muere en Taoro a los dos días de la batalla, a consecuencias de sus heridas.
En la versión histórica más asentada, después de muerto Tinguaro en Aguere, Alonso Fernández de Lugo, que capitaneaba las fuerzas castellanas, ordena que le corten la cabeza. Puesta en una pica, es llevada al campo enemigo. Sus guerreros la recogen para honrarla con una ceremonia fúnebre, dirigiéndose la comitiva presidida por Guajara al reino o menceyato de Taoro.
Cuenta la tradición que Guajara, enloquecida de dolor tras la muerte del príncipe en la batalla de Aguere, se refugió en la cueva de Martiánez, en el norte de la isla, en el actual Puerto de la Cruz, por ser dicha cueva considerada como un remanso de paz. A pesar de ello, creyendo que Tinguaro descansaba en los brazos de Guacimara, huyó de la cueva. Después de vagar sin rumbo, desesperada, tomó la decisión de precipitarse desde la cima de una montaña.,conocida hoy como el Alto de Guajara.

Tinguaro (o Chimechia, según las fuentes) es el nombre por el que algunos historiadores conocen al hermano (o hermanastro) de Bencomo, líder de la resistencia guanche ante la conquista de Tenerife y de las Islas Canarias por parte de la Corona de Castilla.

Se trata de un personaje a mitad de camino entre histórico y de leyenda, acerca del cual muchos historiadores sostienen versiones contrapuestas, algunas incluso negando su existencia.

Tinguaro era el hermano o hermanastro (según también sea la fuente consultada) del mencey de Taoro, el líder Bencomo, y tuvo un papel decisivo en la Primera Batalla de Acentejo, la denominada también Matanza de Acentejo, y en todos los enfrentamientos del bando de guerras, o alianza contra los castellanos, comandados por Alonso Fernández de Lugo, hasta su muerte, frente al mismo de Lugo, en la Batalla de Aguere.

El primer enfrentamiento con las tropas castellanas (Primera Batalla de Acentejo), mayo de 1494), vino a producirse cerca de Acentejo, en el fondo del barranco del mismo nombre, en el punto por donde hoy discurre el Camino de Santo Domingo, y en la que los españoles se apoyan por vez primera en sus alianzas con los guerreros de Güimar y de Gran Canaria. Los españoles llevaban consigo todo el ganado que habían ido recogiendo en su marcha desde el real situado en lo que hoy es Santa Cruz de Tenerife, lugar desde donde habían partido en incursión hacía el interior de la isla. Tinguaro les esperaba con 300 guerreros en los altos del barranco, que provocaron con sus silbos y lluvia de piedras una espantosa desorganización en las huestes castellanas, impedidas en una defensa efectiva por los movimientos del ganado robado, siendo finalmente masacradas por los 2.000 guerreros de refresco que acompañaban a Bencomo y que cerraron la salida del barranco.

Meses después, el 14 de noviembre del mismo año, Tinguaro vuelve a oponerse, al lado de Bencomo, a las tropas de Lugo, en lo que se denomina Batalla de Aguere o de La Laguna.
El campo que cubría el ejército guanche abarcaba desde donde hoy está edificada la ermita de San Cristóbal de la Laguna hasta la Cruz de Piedra. El centro estaba mandado por Bencomo, el ala derecha por Acaymo, rey de Tacoronte y el ala izquierda por el mismo Tinguaro. La batalla debió celebrarse en el llano que hoy ocupa el llamado Barrio del Timple, Barrio Nuevo o Viña Nava y la Urbanización de la Verdellada.
La vanguardia española constituida por arcabuceros y ballesteros desordenó las filas guanches, y después entraron en acción los piqueros y caballeros, hiriendo y matando a los fugitivos. El ala izquierda de Tinguaro fue arrollada por la caballería castellana.

Ya herido Tinguaro durante la batalla, continuó defendiéndose en la falda del cerro que subía desde el llano a los altos de La Laguna, acosado por los soldados de a caballo. Ascendía cerro arriba con rapidez, pero en lo alto del repecho surge Martín Buendía, soldado español que seguramente procedía directamente del real de Santa Cruz, a través del barranco de Santos (al pie del real castellano) que continuando por el del Drago lo une con los altos de La Laguna, y con la pica en alto se dirige al encuentro del príncipe guanche. Tinguaro, mal herido y débil por la sangre que perdía, le habla en guanche para advertirle que era príncipe, pero el castellano le atraviesa con la pica. Este suceso se superpone en algunos historiadores con el de la muerte, un par de horas más tarde, del propio Bencomo y además entra en conflicto con lo narrado por algún historiador, según el cual Tinguaro muere en Taoro a los dos días de la batalla, a consecuencias de sus heridas. Igualmente se pone en duda el nombre de su matador, e incluso que fuera castellano, adjudicando algunos historiadores a Buendía la muerte de Bencomo, y no la de Tinguaro.
Espinosa cita al respecto:
Entre otros peleó ese día valentísimamente el rey de Taoro, porque con una alabarda, dicen se defendió de siete hombres de a caballo, y al cabo se escapó dentre ellos y se subió por la cuesta de San Roque. Mas aunque destos se escapó, no pudo escaparse de un fulano de Buendía, que sin conocerlo ni saber que era rey (aunque él en su lengua se lo decía ser el Mencey, que es rey), como no lo entendiese, no le valió su reinado, que le pasó con la lanza en un barranquillo estrecho, do quedó….
Después de muerto Tinguaro, su cadáver fue trasladado al real de los españoles para comprobar si era el famoso capitán que tanto estrago hizo en la Primera Batalla de Acentejo. Tantos fueron los golpes que recibió el cadáver, que el rostro y el cuerpo quedaron muy desfigurados, no pudiendo afirmar los prisioneros guanches si era Tinguaro o Bencomo. El Adelantado, en la duda de si era uno u otro, ordena que le corten la cabeza y puesta en una pica la lleven al campo enemigo. Sus familiares y amigos la recogieron para honrarla con fúnebres exequias; la comitiva se dirigió al reino o menceyato de Taoro, acompañada de Guajara, esposa del príncipe. La muerte de su hermano o hermanastro supuso según algunos historiadores un golpe final a la resistencia de Bencomo, que murió escasas horas después, atravesado en la huida por una pica castellana, aunque este hecho también ha sido controvertido entre los historiadores.

Tinguaro era hijo de Quebehi Imobach, nieto de Betenuhya y biznieto de Tinerfe, "El grande". Tenía un hermano, Bencomo, junto el cual luchó durante la conquista castellana de Tenerife. Él se casó con Guajara y tuvieron cinco hijos bautizados como Ana Hernández Pérez, Pedro Hernández, Francisca Pérez, Inés Pérez y Juana Pérez.